De Calles y Callejeros – Pedro Sancholuz

🕔 31 de Diciembre de 2010

Mi abuela siempre se guardaba alguna flor. Cuando niños nos filtrábamos en las visitas semanales al Cementerio, visitas en las que se vaciaban y limpiaban floreros, se lavaban mármoles y se bruñían los bronces antes de instalar la ofrenda de rosas, claveles o crisantemos con algunas ramas verdes que se dejaban como seña del recuerdo para siempre. A esa edad nuestro propósito de cada excursión no era otro que el del juego de las escondidas, la exploración inocente o el premio de que algún cuidador nos prestara por un momento la escalerita gris de subir al cielo, sin llevar la cuenta de homenajes y de símbolos, mientras que la muerte por lo pronto era solo una metáfora. En esas ocasiones mi abuela Herminia se reservaba una flor. En una de las excursiones la acompañé hasta una bóveda de no recuerdo qué familia. Ella se agachó en respetuoso silencio para colocar su tributo sobre el cofre de la parte inferior. - El Doctor Sancholuz, – dijo la abuela mientras se le descubría un gesto de gratitud y afecto al momento de apoyar la flor. - …el Doctor Sancholuz era un médico – repitió. Y entonces se le entrecortó la voz. Pedro Sancholuz fue un médico de pueblo, un poco confesor y servidor de las urgencias y otro tanto analista de toda la familia, en épocas donde se nacía y moría en casa, y cuando las heridas de todo tipo se curaban y cosían en la misma cama del enfermo. Sublime oficio el de llevar la salud en sus manos en tiempos en los que era una quimera llegar a todas partes. Tiempos en los que se dificultaba acercar el alivio y en los que la paga al galeno solía ser un producto de la granja, una pieza de caza, el agradecimiento macerado en la cocina o un atado de galletas caseras.

Pedro Sancholuz


Pedro Serapio Sancholuz nació en Chascomús el 12 de Septiembre de 1877. Allí cursó sus primeros grados, para trasladarse luego a la Ciudad de Buenos Aires donde obtuvo el título de Bachiller en el Colegio San José. Finalizado el bachillerato, ingresó a la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de Buenos Aires, en la que en 1899 se gradúa de Farmacéutico. Continúa en la misma casa de estudios y en 1806 se recibe de Doctor en Medicina. Con su vocación a cuestas y el certero convencimiento de querer ser médico de pueblo para aliviar dolores y servir en las urgencias, se radica en Saavedra, Provincia de Buenos Aires, dónde ejerce la profesión durante seis años. Luego de su matrimonio con Victoria Navarre, se traslada a Laprida en 1913, acompañado de su esposa y su disposición al prójimo. Apenas arribado, es nombrado Médico Municipal y Médico de Policía. La nueva población y sus vecinos lo adoptan, convirtiéndolo en un hombre público, con una activa vida social y política. “Su simpatía, cordialidad y sencillez fueron proverbiales”, dejó escrito Hugo H. Diez. “… en muchísimos casos sus honorarios fueron el cariño y el recuerdo de sus pacientes y sus familias.” Con su total dedicación y sus condiciones de destacado clínico, se lo veía andar, ir de a pié, volver a caballo, llegar en “americana” o automóvil, para atender a los enfermos de la ciudad y del campo. Compartió amistad con Benito E, Martínez, dando todo su apoyo desde las filas del Partido Conservador. Entre 1914 y 1918 ocupa la Presidencia del Consejo Escolar de Laprida. En 1922 es elegido Intendente Municipal, cargo que ocupa hasta 1923. En 1926, durante la intendencia de Juan Garat, suma sus esfuerzos e influencias para que la propiedad del Hospital de Caridad de Laprida -como lo anunciaba el periódico “El Lapridense” en 1909- con todo lo construido, pasara a ser propiedad de la Municipalidad, cosa que efectivamente consiguió. El 3 de Enero de 1929 es elegido nuevamente Intendente, pero ostenta su puesto sólo por tres días, debido a que la Comuna es intervenida. El interventor de Buenos Aires en 1930 lo nombra Comisionado Municipal, ocupando ese cargo hasta el 28 de febrero de 1932. Entre los años 1930 y 1931 se desempeña como Director del Hospital Municipal. Fue miembro y Presidente de la Comisión Eléctrica de Laprida. Desde 1919 y hasta 1932 presidió la Comisión Directiva del Club Social y Deportivo Laprida. Es desde su presidencia que el Club cuenta con nuevo sistema de iluminación. Durante su gestión, en el año 1921, Don Antonino Arruza presenta la propuesta y los planos de la Sede Social, en el lugar donde se ubica la institución en la actualidad, la que si bien fue reformada aún funciona en el mismo solar. El día de Santa Ana -Patrona de Laprida- del año 1935, los vecinos de Laprida sintieron la conmoción y el dolor por la pérdida del médico del pueblo. Ese 26 de Julio de 1935 falleció Pedro Sancholuz. En esa ocasión, siendo Director del Hospital Municipal el Dr. Alfonso Robredo, se gestiona por su intermedio la imposición del nombre de “Pedro S. Sancholuz” al Hospital Municipal. El Intendente de aquel entonces, Don Juan P. Ugalde es quien hace cumplir la voluntad, ya que por su gestión se impone el nombre del médico fallecido al nosocomio, como una muestra más de gratitud y homenaje por su obra. A veinte años de su muerte, se constituye una Comisión de Homenaje al Dr. Sancholuz presidida por Pedro Saparrat. Esta comisión descubre una placa en el frente del edificio del hospital. En 1977 y al cumplirse el Centenario del Nacimiento de Sancholuz, se descubre una placa en el monolito ubicado en el patio interno del Hospital. Los descendientes del médico continuaron relacionados con Laprida y su gente. Sus hijos Gení, Berta y Guillermo, extendieron la relación de amistad con las familias de la Ciudad. Guillermo, un destacado escribano radicado en La Plata, prolongó hasta 2008 -año de su fallecimiento- sus visitas a la Ciudad de Laprida. Lo hacía más que por motivos profesionales por razones de pertenencia y afecto. Se lo solía encontrar visitando el Club u otros lugares públicos. Las instituciones como la Pro Infancia Escolar, entre otras, siguieron recibiendo su afectuosa contribución. Por iniciativa y decisión del Intendente Alfredo G. Irigoin, los restos del Dr. Pedro Sancholuz descansan en el patio del Hospital, a la sombra de la Capilla del Sagrado Corazón. En ese lugar, de corazón a corazón, se depositan las flores de la gratitud, como las que reservaba para él mi abuela en aquellas visitas al cementerio. Luego de recorrer la vida y obra de este hombre en Laprida, puedo entender la razón de cada flor en el sublime oficio de llevar la salud en las manos y el servicio del auxilio en el alma.
La calle SANCHOLUZ La Comisión de Homenaje que presidía Saparrat solicita al Intendente Municipal Don Anator E. López y al HC Deliberante que se designe con el nombre de Pedro Sancholuz a una calle del pueblo “como justiciero reconocimiento y gratitud a la obra verdaderamente humanitaria” cumplida por aquel médico en Laprida “…especialmente entre las personas y hogares de condición humilde”. En respuesta a la solicitud, desde 1955 y durante el gobierno municipal de Anator E. López, la calle que pasa por la entrada principal del Hospital Municipal lleva el nombre de Pedro Sancholuz. En tiempos de la infancia, era la calle hasta donde se podía llegar en bicicleta, dar la vuelta de circunvalación interna al Hospital y regresar por la Avenida, después de recorrer sus dos cuadras más pobladas. Y lo recuerdo:

Por la calle Sancholuz, camino al hospital, voy andando en bicicleta y cantando al pedalear.

De repente me parece al llegar a la avenida que están tocando la gaita en la última romería.

Hoy sobreviven apenas la glorieta, algún farol, de lo que fue hace años gallardo prado español.

Por la calle Sancholuz veredón del hospital, un rato sin bicicleta, momento para pensar.

Cuántos niños que nacieron en esa maternidad, y cuántos que recibieron de su amable caridad.

A cuántos ha saludado que sin mirada partían, y a cuántos les ha devuelto el aliento de la vida.

Por la calle Sancholuz ya pasé el hospital, marchando sobre dos ruedas ¿a dónde podré llegar?

Silencio, que está durmiendo la señora barredora, allá la guardan de día, de noche barre las horas.

De regreso veo que sigue hacia el norte y sin luz... Ya terminó mi paseo por la calle Sancholuz.


Fuente: Gabriel Monferato Bibliografía: Diez, Hugo H. “Crónicas para la historia del Pueblo de Laprida II” – 1994 Diez, Hugo H. “Señera figura del hombre de bien” – Museo y Archivo Histórico “La Opinión” – 1977

Nota publicada: 31 de Diciembre de 2010

COMENTARIOS